Pasaron 40 años del inicio de la Guerra de Malvinas, en donde perecieron 632 soldados y tantísimos otros quedaron con secuelas. Muchos eran casi niños, jóvenes inexpertos, pero enfrentaron lo que ocurría con el mayor valor y amor a la Patria. En nuestro programa pudimos conocer la historia de Mario Mestralet, uno de esos héroes que combatió con el cuerpo y el alma. Oriundo de Dolores, pudo volver y siempre continuó viviendo aquí, aunque, claramente, nunca volvió a ser el mismo.
EL CONFLICTO
Cuando inició el conflicto, el dolorense Mario Mestralet estaba cumpliendo el servicio militar obligatorio. Desde hacía un año que formaba parte del grupo de Artillería de la Fuerza Aérea de Mar del Plata. «Una semana antes de ir a Malvinas nos dieron franco, y vine a Dolores a ver a mi familia». En esos días se debatía si efectivamente irían al territorio de Malvinas. Mestralet refiere que su mamá no creía que eso terminara en guerra, pero en breve sabría que se había equivocado. Previo paso por Comodoro Rivadavia, el 15 de abril Mario pisó suelo de Malvinas: «El combate comenzó el 1º de mayo y fue nuestro bautismo de fuego, el primer día que la Fuerza Aérea entra en guerra», dice. Con respeto a su mamá, cuenta: «Cuando le mandé la primera carta, le cambió el panorama».
LOS DÍAS EN MALVINAS
«Estábamos casi siempre mojados porque llovía continuamente. Había niebla y mucho viento. Hasta el 14 de junio fue terrible, a veces nos bombardeaban el carro que nos llevaba la comida y a la noche nos quedábamos in comer. Frío, sueño, hambre, los bombazos…», narra.
En cuanto la comunicación, Mario explica que poco a poco se volvió más dificil: «En todo el conflicto mandaron muchas encomiendas, pero sólo me llegaron dos».
«De allá habré mandado ocho o diez cartas, las cuales hoy están en mi poder. Cartas que mandé a mi familia y a mi señora, que era mi novia en ese momento. Las que tengo de Malvinas están ajadas y embarradas, porque las leía de adelante para atrás y de atrás hacia adelante. Eran pocas cartas y las leía y releía, y eso me daba un aliento».
Él refiere que lo más difícil de la guerra fue la incertidumbre: «Hasta que terminó la guerra, no sabíamos lo que iba a suceder con nosotros».
EL REGRESO
El regreso se trató de recomponer la vida. Luego de sanarse de una afección intestinal, producto de la mala alimentación y de beber agua de los charcos, Mario comenzó a trabajar en una parrilla. Tiempo después dejó ese empleo y comenzó a trabajar como empleado en la empresa ENTEL, tratando de dejar atrás lo sucedido en Malvinas. Se casó con su novia y tuvo hijos. En 2013 tuvo la oportunidad de volver al territorio malvinense junto a algunos compañeros de Ensenada, y llevó a su hijo menor. En el 2016 ganó un viaje a Malvinas, y en esa oportunidad viajó junto a su hijo mayor y a otros doce camaradas del sindicato de telefónicos.
Sobre lo vivido en la guerra, Mestralet siente que «No fue en vano, por algo hay ciento y pico de soldados muertos y enterrados en Malvinas, y trescientos y pico de muertos en el Belgrano, a traición, porque /el Crucero) estaba fuera de las 200 millas náuticas e incluso se estaba alejando, y lo bombardearon igual. Fue un asesinato de guerra, que no debió haber sido. El valor y el desempeño de todos los camaradas fueron muy buenos, con mucho orgullo de haber defendido nuestra tierra».
