El año 2020 fue difícil para la actividad vitivinícola teniendo en cuenta que la crisis, que en el contexto de la pandemia afectó a la gastronomía, impactó en la comercialización de vinos de manera significativa. No obstante, este comienzo del 2021 trajo otras dificultades: ahora hay una alícuota y no un monto fijo por dólar importado para lo que se refiere a esta actividad. En la edición semanal de Región Atlántica dialogamos al respecto con Patricia Ortiz, Presidente de la Cámara “Bodegas de Argentina”:
¿Cómo han tomado esta noticia en el sector, teniendo en cuenta que hubo una reducción a cero para muchas economías regionales pero no les tocó lo mismo a ustedes?
Fue una sorpresa encontrarnos con esta noticia cuando comenzó el año ya que venimos trabajando desde el año pasado, diría que en todo el año pasado, por la baja de retenciones. No se entiende justamente porque en el Decreto 2060 se toma todo el tema de la cadena de valor, de agregarle valor a la materia prima, que es algo que cumple el vino, entonces fue una sorpresa que productos que son similares a los nuestros en cuanto a su cadena de producción, como lo es el aceite de oliva, pasaran a cero mientras que nosotros pasamos cuatro y medio por ciento. Mientras que el fijo es algo que se va licuando con el tiempo, un porcentaje es algo que se mantiene.
E impacta justamente después de un 2020 que seguramente no ha sido fácil en cuanto a exportación de vinos…
Fue un año de bastante incertidumbre, sobre todo al comienzo cuando no sabíamos qué iba a pasar con los mercados mundiales en una situación similar a la que teníamos en el mercado interno es decir, con restaurantes y vinotecas cerrados. Fue un año complejo que por suerte lo pudimos terminar, ahora seguimos con la incertidumbre de lo que vendrá en el próximo cuando vemos lo que está pasando afuera, que está todo cerrado y de nuevo estamos en la puerta de la cosecha, y nos preocupa por el tema de los trabajadores, por cómo vamos a poder llevar a cabo la vendimia.
Y ya habían estado complicados en la vendimia anterior en cuanto a protocolos, hisopados y cuarentenas, por lo que no fue fácil tampoco ¿verdad?
No, no lo fue, y eso que todavía no había contagios cuando comenzamos la anterior vendimia. Ahora estamos preocupados en cuanto a si habrá cierre de provincias porque para la vendimia siempre hay mucho trabajo golondrina, donde se desplazan de una provincia a otra para poder llevar a cabo la tarea. Nos preocupa que eso no ocurra y que no quieran viajar por miedo a que después no puedan volver a retornar así que estamos analizando desde la Cámara y con el Gobierno de Mendoza cómo vamos a poder trabajar. Al respecto se hizo un plan con la idea de poder conseguir diez mil trabajadores, gente que estaba cobrando planes que, para que no pensaran que iban a perder el plan se les iba a dar un incentivo además del trabajo y se los iba a formar, porque no es que cualquiera puede ir a la cosecha sino que tienen que tener una mínima instrucción. El plan tuvo la mitad del alcance que se esperaba, tuvo cinco mil anotados y obviamente es un número insuficiente.
¿Ustedes han tenido algún contacto desde la Cámara con algún funcionario para tratar el tema de aranceles?
Inmediatamente enviamos una nota tanto al Ministerio de Producción como al Ministerio de Agroindustria donde exponíamos los considerandos que había tenido el decreto y cada uno de ellos demostrando que nuestra actividad los estaba cumpliendo, por eso nuestra sorpresa.
La vitivinicultura es una actividad intensiva que necesita previsibilidad por la cantidad de años que significa su desarrollo, ¿no?
A un viñedo, desde que se lo planta recién a los cuatro años se lo cosecha y tiene un costo muy alto. Eso sin hablar de la elaboración, donde los vinos de reserva o de guarda llevan por lo menos dos o tres años hasta que se los puede lanzar al mercado, con lo cual el valor y el costo financiero de esta industria es muy alto. La exportación es una salida y compensa muchas veces los desequilibrios del mercado interno en cuanto a precios. Para nosotros es muy importante y para Argentina también porque hay un plan que generó el Ministerio de Producción, que es llegar a los mil millones en el 2021 de exportaciones de vinos, es decir que estamos participando activamente de reuniones con ellos y por eso también nos llama la atención porque esta medida va un poco en contra de lo que estamos trabajando.
Para conocer más sobre la actividad, ¿cuál es la función del Instituto Nacional de Vitivinicultura?
Es un ente regulador, es como “la AFIP del vino” que además de dar los certificados de libre circulación, hacer los análisis y los aptos de los vinos, lleva un cálculo muy estricto desde el ingreso de la materia prima hasta los stocks que hay en las bodegas para evitar cualquier tipo de venta en negro. Hay una parte de fiscalización, ellos vienen a hacer inventarios en las bodegas: de lo que hay en caja, de lo que hay en tanque y de lo que se despachó en contra de lo que uno tiene declarado de ingreso de uva. Además tienen funciones de técnicas, de investigación, de la parte analítica.
¿Pero no así la discusión en una política como esta o en promoción de los productos en el exterior?
No es una función que les compete a ellos. Para la promoción está Wines of Argentina que es una entidad público- privada, que recibe en realidad poquísimos fondos públicos y muchísimos fondos de las bodegas, justamente para hacer la promoción de los vinos argentinos en el exterior que justamente es la clave para la exportación.
Como para definir el sector, Mendoza concentra el 70% de la actividad y los viñedos, por lo general, están en pequeñas cantidades de hectáreas. Más allá de lo que pueda concentrar propiamente una bodega y después lo que éstas le compran a los productores esencialmente de uvas, porque no todos industrializan. ¿Qué nos puede decir al respecto?
Hay muchos productores, muchos que se dedican exclusivamente a la producción y son los que abastecen a todas las bodegas. Las bodegas generalmente tienen algunas hectáreas pero sobre todo las bodegas grandes son las que más uvas compran, hay muchos productores independientes.
Y la actividad se ha atomizado bastante en los últimos tiempos más allá de las marcas tradicionales…
Sí, se atomizó bastante. Nosotros decimos que habrá unas diez bodegas grandes, otras diez medianas-grandes y el resto son todas pymes. De hecho en la Cámara, de las 250 bodegas socias, tenemos más de doscientas que son chiquitas, que son las que hacen las marcas, la calidad y las que hacen que el vino argentino tenga el nombre que tiene en el mundo. Se trata de proyectos chicos o medianamente chicos, con lo cual es una industria generalmente familiar, atomizada, y de eso también hablamos con respecto a los Precios Máximos, porque acá no hay posiciones monopólicas sino que realmente es una industria formada por muchísimas empresas.
¿Existe esto de los precios máximos para los vinos en las góndolas hoy?
Sí, nosotros estamos en Precios Máximos desde el 6 de marzo del año pasado. Estamos pidiendo desde hace varias reuniones un des-listado de varios productos, nos prometieron que lo harían pero todavía no pasó. Tuvimos dos aumentos que fueron dados por los aumentos en los costos que tenemos porque los insumos que tenemos, por ejemplo el packaging y todo lo que son las botellas, han aumentado mucho y tenemos mucho en insumos importados como son los tapones.
Pero aparte se le pisa el precio al productor lamentablemente con esta cuestión, ¿no?
Sí, al no permitir aumentar. Sucede incluso con el precio del vino, con lo cual estamos pidiendo ir acomodando los precios aunque sea muy de a poco porque tampoco queremos afectar al consumidor ni perderlo. Pero necesitamos un aumento gradual para acompañar la inflación que hemos sufrido desde el año pasado.
¿Cómo evalúan lo sucedido con la reapertura gastronómica?
Fue muy positiva más allá que de entrada no se vendió vino porque los restaurantes tenían en stock. Pero empieza una reactivación y es un movimiento que necesitamos.-