El pasado 6 de agosto se celebró en nuestro país el Día del Panadero. En esa oportunidad nos comunicamos con Marisa y Gustavo Ceñal, quienes están al frente de la panadería «La Monona», de Udaquiola, partido de Ayacucho. Localidad ubicada a la vera de la ruta 29, viven actualmente poco más de 40 habitantes, lo que muestra un fuerte descenso poblacional en relación a unos quince años atrás aproximadamente.
Gustavo menciona que, actualmente se está tratando de salir adelante, ya que se viven tiempos difíciles por la pandemia y debido al descenso de población: «Cuando nosotros vinimos éramos unos 130 habitantes, y hoy han quedado unos 40 o 50 aproximadamente».

«Llegamos en el año 2004» -dice Marisa- «Lo que sucede con la gente, gracias a Dios en cuanto a escolaridad, los chicos desde 3 hasta 18 años están en Udaquiola porque hay jardín de infantes, nivel primario y secundaria, pero una vez que egresan los chicos se van a estudiar. Acá no hay trabajo, salvo para el que es independiente, y el que se va a estudiar hace amistades, consigue trabajo y se quedan. Hay gente grande acá sobre todo, los chicos no vuelven y en el campo también se ha reducido mucho. Por eso hemos dejado de elaborar el pan, aunque las maquinarias y el horno están«.

La panadería de Udaquiola tiene una historia que ronda los 100 años, está hecha en una estructura como la de un galpón de ferrocarril y cuenta con una extensa cuadra en donde se destaca el torno antiguo, el horno a leña y la maquinaria que funciona con el sistema antigua de correas y poleas. Actualmente la panadería es propiedad de Marisa y Gustavo, aunque cuentan que tomar la decisión de mudarse fue casi una aventura. La anterior dueña de la panadería conoció a Gustavo, conocido como «el churrero de Ayacucho», en la cabecera del partido. Como cosa del destino y charla mediante, ella le termina ofreciendo mudarse y trabajar en Udaquiola. Enfrentaron el desafío de mudarse con sus hijos y acostumbrarse a condiciones tales como la falta de energía eléctrica, la cual llegó recién hace unos diez años. Marisa se desempeña, además, como bombero voluntario en el cuartel de Udaquiola junto a otros doce compañeros. Su vocación de servicio también la arraiga a esta comunidad: «si tuviese la posibilidad de irme creo que no lo haría», concluye.