“Claraz era distinto, más pobre y menos poblado. La estación del ferrocarril tuvo un tiempo en el que funcionaba a pleno pero ahora ya no está, se levantaron todas las vías. Para nosotros era una diversión ir a ver cuando pasaba el tren, diariamente o día por medio. El tren era lo que había para viajar, para ir hasta Fernández (Juan N. Fernández, en el mismo Partido) porque no había algunos servicios, entre ellos no hay aún registro civil para hacer trámites. También se viajaba hasta Buenos aires usando este transporte, se iba hasta Tandil y de ahí hasta Buenos Aires. Para ir a Necochea se usaban micros”.
En cuanto a su familia, ella cuenta: “Mi padre era de Lobería pero vivió desde los 6 años a Claraz adonde se mudó con la familia, a la ciudad. Allí trabajó en la antigua Casa Martínez de cereales, donde estuvo hasta jubilarse”. Otros antiguos comercios eran el almacén El Proveedor y nuestra entrevistada, haciendo memoria, recuerda que “era de unos turcos, era tal vez el almacén más grande con tienda, donde trabajaba toda la familia”. En una guía del ferrocarril de los años `40, consultada por este medio, figura que en esta antigua proveeduría se hacía venta de papas por mayor y menor por lo que suponía algún tipo de acopio y negocio con los productores de la zona.
Primera parte de la entrevista:
Además, en la mencionada guía se narra la existencia de confiterías como La Ideal y otra, propiedad de Vicente Di Paola, lugar que la Sra. Lobos también recuerda. Otros almacenes eran las de Ugalde, González y Compañía, y Pérez López, lugares que otrora fueron sitios de esplendor y que hoy ya no existen. La Clarenze, panadería antigua aún funciona. Hoteles, almacenes y otros comercios nutrían al pueblo que antes recibía muchas visitas y tenía casi 7000 habitantes.
En cuanto a las instituciones, existió el Club Independiente como entidad deportiva y la Escuela Primaria Nº 16, a la que asistió María: “Era muy sacrificado porque los chicos tenían que venir desde el campo den sulky, a caballo, etc. Hoy ya vienen en combi, es distinto”.
Fotos: Marcelo Bucci
La luz eléctrica como hoy la conocemos no formó parte de la infancia de nuestra protagonista. Ella relata que había un motor que la generaba por algunas horas pero luego, a la tardecita, se cortaba. Hoy hay agua corriente, luz eléctrica, una capilla y la Plaza Libertad, que fue cuidada durante 30 años por el esposo de María.
Las vivencias de María eran las de un pueblo rural, criando algunas gallinas y animales que ayudaban en la economía familiar y, más tarde, ella trabajó reparando bolsas para el comercio La Protegida. Ella tuve tres hermanos que compartieron esta vida sencilla y amena hasta que cada uno fue creciendo y haciendo su vida. María se casó y vivió siempre en su casa, en la aún hoy está. Tuvo hijos. Supo trabajar lavando ropa para una gran estancia, a veces con un lavarropas a paleta pero muchas veces a mano, haciendo la tarea a contratiempo para entregar la ropa limpia al otro día.
Así conocimos a María y a Claraz, a través de su palabra. Es un testimonio vivo de la historia del lugar.