Tener una máquina del tiempo es una fantasía sólo lograda en el cine, pero no tanto si se llega al Museo de Ramos Generales de Villa María, provincia de Córdoba. Corría el año 1996 cuando los propietarios de este emprendimiento privado decidieron armar poco a poco este espacio, a modo de homenaje a la historia de la ciudad, de los pioneros, de aquellos que habitaron, dieron vida y crecimiento a Villa María. Pero, como si esto fuera poco, el Museo se montó en el antiguo edificio del correo y teléfono locales, cuya construcción data del año 1910.
Estela Cavallín es la encargada de este espacio histórico y cultural: «El Museo es como una gran escenografía que está dividida en salas, y cada sala es un negocio. Tiene un gran efecto visual cuando uno entra al almacén, a la farmacia, al bar, a la peluquería, a la estación de servicio o al kiosco» -dice- «Acá está contada de manera muy didáctica la historia de la ciudad. Villa María surge con el ferrocarril, tuvo gran influencia de los inmigrantes italianos y españoles que llegaron y que, junto a los criollos, formaron esta ciudad de gran empuje comercial».
Una vez que el viaje comienza se vuelve una invitación constante al asombro, sobre todo para las nuevas generaciones que no han experimentado la visita a ciertos lugares tales como almacenes de ramos generales o boticas, y es un deleite para padres y abuelos que sí han vivenciado o escuchado de estas historias comerciales de antaño. El recorrido, según narra Cavallín, «comienza con el almacén de ramos generales, la farmacia y la barbería. Luego están el bar, un gran espacio que es el kiosco, la herrería, la estación del ferrocarril con elementos de la estación de tren, y la estación de servicio con una colección de ocho autos de la década del `20. Es un lindo paseo para hacerlo en familia». Otro sector muy pintoresco corresponde a la sastrería, con moldes para sombreros y distintas vestimentas que reflejan la moda de otra época.
La colección se ha formado a lo largo de estos 25 años con la adquisición de algunos objetos y muchos otros que fueron donados por las familias locales y de la zona: «Se ha formado a modo de hobbie, por gusto, y también como un homenaje». Los oficios y los trabajadores están fielmente representados de modo que, a veces, pareciera que los maniquís que están en las escenografías cobraran vida para contarnos sus historias, relatos llenos de anécdotas y de nostalgia: «A veces los visitantes se emocionan en alguna sala, sobre todo si ésta tiene relación con algún oficio o rubro comercial que hubo en su familia», expresa.
Para contactarse pueden comunicarse al 0353 453-4828 o visitar el sitio en Facebook @ramosgeneralesmuseo, en Instagram museo_ramos_generales o contactarse a través de la página museoramosgenerales@com.ar
DESCRIPCIÓN DE CADA SALA
El Bazar:
Es una réplica del tradicional Bazar Francés que estaba ubicado en la calle Florida allá por el 1900.
El Garage:
Típico, con sus elevados surtidores y sus tulipas iluminadas. Marcas tales como Itaca, Energina, Essoline eran nombres habituales de combustibles.
El lugar designado para el campo muestra un pesado tractor de ruedas rígidas de hierro que data de 1918. Arados que eran tirados por caballos y un aguatero que servía para calmar la sed de los labriegos en los calurosos y extenuantes veranos.
La Herrería:
Antiguas herramientas de herrería y carpintería. La herrería y ferretería ofrecían un a vasta gama de mercaderías para el hogar y los comerciantes, así como para los agricultores de la zona.
Una auténtica fragua del 1900 en la cual se fundían y se daba forma a nobles metales como el hierro. El herrero era un artesano al cual se acudía para herrar un caballo o arreglar una máquina de labranza. Todo el trabajo era manual y llevaba largas y duras horas de dedicación.
Venta de Diarios y Revistas:
diarios y revistas de distintas épocas, destacándose las primeras tapas de las revistas de Editorial Atlántida: EL Gráfico, Para Ti, Billiken y Chacra.
La Peluquería:
Las antiguas barberías eran verdaderas predecesoras de los actuales spa. Los hombres de negocios y los más coquetos concurrían semanalmente, no sólo a hacerse un corte de cabello sino, también para afeitarse o recortarse la barba y bigotes, luego de lo cual el rostro del cliente era envuelto con toallas calientes, casi hirviendo, que el barbero sacaba de la humeante y antiséptica fomentadora, dejando al caballero rozagante y relajado.
La Farmacia:
Gran cantidad de elementos y aromas que evocan los ungüentos y aceites medicinales de antaño, donde el farmacéutico era casi un artesano. Potes artísticamente elaborados, frascos multicolores, remedios elaborados con piel de serpiente, pildoreros manuales, eran los elementos que formaban parte de las antiguas farmacias.
La Tienda:
Era el lugar donde la familia completa se vestía de los pies a cabeza. Las señoras podían elegir por catálogo sus vestidos y los hombres hacerse a medida las camisas. Era impensable que un señor elegante no completara su atuendo con sombrero y tiradores.
El Escritorio: eran austeros e imponían respeto. Las antiguas máquinas de escribir entonaban con su tecleo una música inconfundible. Los cheques se imprimían con unas pequeñas máquinas generalmente fabricadas e importadas de Chicago y la papelería era prensada para darle forma de pesados libros, por los mismos empleados.
El Almacén de Ramos Generales:
En él se podía comprar desde un alfiler hasta un carruaje y era el centro económico social y hasta político de principios de siglo. Casi al mismo tiempo que se instalaba el ferrocarril se abría el Almacén de Ramos Generales. El trueque era habitual y la palabra dada valía por ley.
Azúcar, harina, al igual que los alimentos secos como legumbres, se vendían por medidas y a granel; también se despachaban bebidas y algunos contaban con salón de baile para reunirse los sábados por la noche.
El escaparate de radios y máquinas de escribir:
En aquellas épocas pioneras, las radios eran costosas y de funcionamiento complicado, por lo cual el receptor con detector de cristal se hizo muy popular. No tenía capacidad para operar un altavoz o un volumen razonable sin recurrir al uso de un amplificador. No eran muy selectivas y era difícil sintonizar y mantener los puntos más sensibles del detector, a fin de obtener la mejor recepción posible.
A medida que los receptores de válvula se hicieron menos costosos y aumentó el número de centrales, sustituyeron paulatinamente al receptor con detector de cristal, no obstante debido a que los mismos funcionaban con pilas eran costosos. Al fabricarse las radios alimentadas por la corriente eléctrica, a finales de los años veinte, este problema fue resuelto.
Máquinas de escribir tales como Oliver, Underwood, Plegable Standard eran la invención más extraordinaria para la oficina allá por 1910.
El gramófono Columbia, los fonógrafos, la grafónola, las famosas victrolas Víctor (“la voz del amo”) eran los instrumentos musicales usados para reproducir al tono dulce, claro y perfecto de los discos de pasta.