Conocer la historia de Osmildo «Cocho» Borges es un deleite, como lo es escucharlo hablar con tanta pasión por el campo. Es un afortunado, no sólo porque hizo tantísimas cosas en sus 97 años sino también porque su memoria prodigiosa le permite recordarlas. A él le gusta resumirse en breves características: «Soy de Chascomús, ganadero, agricultor. He hecho muchas cosas en mi vida, he fundado escuelas, he sido chacarero, hacendado…».
Su vida la ha transitado siempre en el campo, aunque no sólo se ha dedicado a distintas tareas rurales. Se dedicó también a observar cada máquina, cada pieza, cada paisaje de manera minuciosa para luego despuntar su pasión de artesano, la que lo asaltó siendo apenas un niño de siete años y que aún lo acompaña: “Empecé a los 7 años con ese hobbie, pero vivo del campo. Ando en escuelas, museos, bibliotecas, jineteadas con mis artesanías.


Hay que nacer para esto y conocer las máquinas, conociéndolas usted las hace fáciles. Máquina por máquina que está en el museo, yo la anduve y sé bien la historia de cada una. Mis tíos eran chacareros allá por 1910, con arados de mancera con los que empezó la agricultura argentina. Hacían unas siete hectáreas. Después ya vinieron los arados de reja, mi abuelo trajo uno alemán que no tenía asiento», dice Cocho sobre algunas de sus obras, las cuales presentó en recientemente en el Museo Pampeano de Chascomús en la muestra denominada «El campo en miniatura».



Se pueden observar arados, sembradoras, cosechadoras, cargadores de hacienda, tranqueras, corrales y hasta la réplica de una manga traída de Holanda, con un estanciero, como si se imitara el armado una feria ganadera. También se encuentran las chatas cargueras, pioneras del transporte: “Esa chata era de mis tíos, usaban para transportar material. Con esa chata cargaron los materiales para la vía que unía Lezama con Mar del Plata, los palos, los alambrados, etc.», narra. Es que cada objeto en miniatura tiene su correlato con una vivencia directa de Cocho: «Yo no puedo engañar al pueblo, porque mucha gente sabe, y todo está funcionando», dice sobre la fidelidad que le debe a su obra.

Una pinza, un soldador, caño de plomo, y todos materiales reciclados son las herramientas de las que se vale para sus creaciones: «De una hojalata, hago lo que yo quiero», resume.

“Admiro a la gente de campo porque tiene mucho sacrificio, entonces merece este homenaje. La gente de campo está olvidada, no aparece en ningún lado», concluye.
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Carolina Borge (sin S), es su sobrina nieta y quien lo acompaña en sus aventuras y exposiciones. También está trabajando en un libro sobre la vida de su tío Osmildo. Ella nos brindó un adelanto:
«La vida de Osmildo se desarrolló en la región comprendida entre la traza del actualmente desmantelado ramal ferroviario La Plata – Lezama, los ríos Salado y Samborombón y la bahía de Samborombón.
Al padre de Cocho, su abuelo le dio un predio en los terrenos que alquilaba a Juan Luciano Miguens para que allí construyera su rancho, al lado del Puente de Piedra (en la horqueta formada por el camino a Libres del Sud y el canal 18, con el puente como vértice del ángulo, sobre la margen Norte del canal). Su mamá Martina sacaba agua de un jagüel, lavaba ropa de los peones de la estancia San Rafael, de Juan Luciano Miguens (unas siete mil hectáreas al Sudeste de Giribone). Después, el padre se mudó a un puesto llamado San Ignacio, al Sur de la actual escuela número 50, que alquiló a Juan Luciano Miguens, en el ángulo Noroeste de la estancia San Rafael, al Oeste del camino a Puente de Piedra.
En 1932 y hasta principios de 1970, los Borges pasaron de San Ignacio a San Luciano, y para 1940 el padre de Osmildo arrendó un campo a José Irurueta (el campo era San José) y en 1944 Camilo Alejandro, alquiló por 20 años una parcela de terreno; que luego compraría, pagando de a poco, como pasaba en esos tiempos donde la palabra era un documento (hoy comprende unas 400 hectáreas). Actualmente Cocho alquila el campo, solamente el casco de estancia es lo que usa para él. Cabe destacar que de nacer en un rancho, junto a su hermano ya fallecido, pasaron a ser dueños de estancia y también construyeron la escuela N°50, en un predio donado por su familia para tal fin. Aunque Osmildo solamente fue un año a la escuela N°26 de Giribone a sus 15 años, para ellos la educación y las escuelas eran y son de suma importancia».

