Una conocida frase dice “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, y las aldeas se pintan con palabras y con experiencias de vida de aquellas personas que has sabido mantenerlas en pie. Hoy elegimos contar la historia de un personaje que puso colores, puntualmente, en dos lugares del mundo: Argentina e Italia.
El pasado 29 de mayo celebró su aniversario Comandante Nicanor Otamendi, en la provincia de Buenos Aires, y aprovechando esta oportunidad, quisimos también celebrar el Día del Inmigrante Italiano (que se celebra cada 3 de junio), con la voz de uno de sus habitantes: Pascual De Rosa.
Su historia en Otamendi comenzó cuando a sus 18 años se convirtió en un inmigrante italiano que llegó hasta estas tierras del sudeste bonaerense para trabajar, detrás de las huellas de su padre. De Europa trajo su juventud, su sangre tana convertida en música e ilusiones que fue concretando paso a paso, en el escenario que la vida le fue presentando.
Corrían los años `50 cuando Pascual, su hermano, sus dos hermanas y su mamá abandonaron la Isla de Capri y llegaron a Argentina. Su padre, de oficio constructor, había venido tiempo antes, después de la guerra allá acaecida: “Los llamaron unos chacareros de acá que precisaban un constructor, le daban cinco años de trabajo seguro y él vino a probar, vino ocho meses antes y después lo hicimos nosotros. Vinimos en barco, con 19 días de viaje”- cuenta con nostalgia- “Nos costó mucho porque vinimos de Capri, que es un lugar turístico y caímos directamente en Otamendi, un lugar de campo, paisaje que nosotros no conocíamos”.

Escuchar a hablar a Pascual genera una mezcla de sentimientos ya que lo hace con serenidad, aplomo y sabiduría. Con sus 88 años, no ha perdido el acento y habla apasionadamente de sus vivencias, de su herencia de constructor y de músico, ocupaciones y cualidades que le legaron su padre y su abuelo: “Mi papá tocaba el clarinete en la banda y también era constructor. Él no fue a la guerra, aunque en el 1908 estuvo 29 meses en el servicio militar en una fragata Cristóforo Colombo”.
Pascual menciona que esos tiempos de guerra y posguerra fueron de mucha pobreza para todos, siendo el sector de la construcción uno de los más afectados: “Lógicamente, en la construcción nada. Papá, para poder vivir, empezó hacer alpargatas de yute y con eso tiramos hasta que terminó la guerra”. Ya en la posguerra, el padre de Pascual migró por trabajo a estas tierras americanas: “Nosotros allá teníamos ayuda de los abuelos, que hacían quinta, y gracias a Dios no tuvimos problemas con la comida porque teníamos de todo, mi abuelo hacía aceite, vino, frutales, verduras, etc.”.

Una vez en nuestro país, este inmigrante comenzó a seguir los pasos de su padre en la construcción, tarea que nunca había realizado en su Italia natal: “Yo había hecho dos años de secundaria y había estudiado cuatro años de música, de acordeón. El día que llegamos acá, al día siguiente tuvimos que empezar a trabajar con mi papá. Trabajamos durante unos quince años porque después él falleció. En el tiempo en que vivió papá siempre tuvo mucho trabajo, nunca faltó nada y la pasamos muy bien”.
COMO MÚSICO EN ARGENTINA
“Cuando vine, a pesar de haber estudiado, no tenía ningún título. Acá, fui a Mar del Plata, busqué varios profesores hasta que encontré una profesora que me dijo que cuando viniera el profesor de Buenos Aires, me iba a tomar examen. Así fue que me recibí porque andaba muy bien para el acordeón y que, en el año `50, comencé primero a cantar en algunas cantinas del puerto con otro paisano hasta que encontré un tipo que tenía orquesta y que me llamó porque necesitaba un acordeonista, me probó y estuve ocho años con la orquesta de uno de los hermanos Pauloni en Mar del Plata”, dice. Otra etapa de Pascual fue la de profesor de música, llegando a tener unos 50 alumnos de acordeón, actividad que luego dejó para construir su propia casa y para casarse luego con otra italiana, inmigrante italiana como él.


En el año 1958 comenzó a formar su propia agrupación: “Pascualito y sus tropicales”. Con la música recorrió los más variados escenarios de clubes, kermeses, romerías y fiestas: “Cuando llegué de Italia sólo tocaba piezas clásicas en el acordeón, pero después cuando estuve con Pauloni comencé con lo tropical y lo hago hasta el día de hoy”.

En la actualidad, Pascual o Pascualito, como lo conocen en Otamendi sigue su vida como comerciante, pero, sobre todo, como músico. Su espíritu joven y alegre contagia a quienes tiene alrededor y enorgullece a su familia, sin olvidar sus años de adolescente en Capri, cuando él tocaba el acordeón y sus hermanos bailaban al son de la tarantela en el grupo de folklore. Las tradiciones fueron mantenidas hasta hoy, con la gastronomía y las grandes reunieron familiares que tanto caracterizan a la cultura italiana.
Graaacias por esta hermosa y emotiva nota a mi papá … que lo pinta tal cual es . Una persona noble , muy querida por quienes lo conoces , trabajador como pocos … y taaaan pero tan buena persona. Gracias … así es él : UN GRANDE de VERDAD !!! Un gran Orgullo para su familia y un Buen Amigo de sus Amigos !!!!