A fines de 2019, en el especial de Nochebuena de Región Atlántica, viajamos imaginariamente hacia la provincia de Córdoba. En aquel tiempo de paz e introspección, elegimos conocer la historia del Museo Jesuítico Nacional: Estancia de Jesús María, sito en el homónimo sitio cordobés. El diálogo con su director, el Lic. Carlos Ferreyra, nos permitió iniciar esta aventura radial.
“El Museo Jesuítico Nacional es uno de los tres de carácter nacional que existen en Córdoba. Otro está en la Estancia de Alta Gracia, estancia jesuítica considerada Patrimonio de la Humanidad como también lo somos nosotros, y la Posta de Sinsacate que está a unos 4 kilómetros y que también pertenece a nuestra estancia. El Museo Jesuítico y la Posta son lugares complementarios, ambos bajo mi dirección”, relata.
En cuanto a los inicios de este lugar histórico, Ferreyra cuenta que “esta Estancia fue adquirida por los jesuitas al propietario anterior, en el siglo XVII. Desde enero de 1618 estuvo a cargo de la orden jesuita y como todas las unidades productivas que tenían los jesuitas, era una estancia especializada en algo. Ésta, que era muy chiquita, con un lote de unos cinco kilómetros por treinta, estaba orientada a los frutales, a la producción frutihortícola y fundamentalmente en vides y en vinos. De hecho aquí estuvo la primera bodega desarrollada y entendida como tal en el actual territorio argentino, los jesuitas ya la compraron con unas veinte mil cepas plantadas por el propietario anterior”.

A partir de 1618 esta estancia comenzó a cambiar y a tomar la forma pretendida por los jesuitas: “A partir de allí comenzó la construcción de los edificios que vemos hoy, que cuando los jesuitas fueron expulsados 180 años después, en 1756, estaban al sesenta por ciento de su construcción. Luego de esta expulsión, la estancia fue adquirida por unos bodegueros mendocinos de apellido Correa para continuar con la producción de vinos hasta que a principios del siglo XX entra en quiebra por las deudas, de este edificio se apropia el Banco Hipotecario Nacional y se lo transfiere a la Comisión Nacional de Monumentos que comienza la restauración del edificio para, en 1947, entregarlo para ser convertido en museo. El Museo se inauguró en 1956”.
Interesante desde sus orígenes, nacidos de la entraña misma de la historia americana y de la historia argentina, resulta imposible no querer llegar hasta el lugar, internarse en la edificación y descubrir con ojo curioso y oído atento lo que las piezas y los expertos tienen para contarnos: “Hay una colección muy heterogénea. Sucede que al cura jesuita Oscar Dreidemie, primer director de este Museo, se le entregaron las 38 salas totalmente vacías, lo que implicó que tuviera que pedir colecciones y buscar elementos para llenarlas. Es por eso que este lugar tiene la particularidad no sólo de ser una estancia jesuítica sino que adentro tiene colecciones arqueológicas, de porcelana, de vidrios, de numismática, de medallística, orfebrería, carpintería, de arte religioso (que uno creería que es de lo que más tendría que haber), muchos objetos de la vida cotidiana, herramientas del trabajo rural, etc. Son unas quince mil piezas y de ellas sólo seis o siete pertenecieron a los jesuitas, lo jesuítico verdaderamente es la estancia en sí”. En fin, esta colección tan rica lo hace muy diverso y atractivo para su recorrido”, narra Ferreyra.
Un párrafo aparte merece una colección dedicada a la presencia afro- rioplatense en el actual territorio argentino, proveniente de la zona de Arroyo Leyes, Santa Fe: “Tenemos una exhibición de piezas de los negros esclavizados, una colección extraordinaria que visibiliza la presencia afro y que constituye un testimonio de arqueología histórica. Es muy importante para nosotros contar la presencia en la estancia, de hecho cuando se entra al parque hay información colgada sobre la cantidad de esclavos que tenían los jesuitas. Hay que recordar que los jesuitas fueron la mayor empresa esclavista de la época colonial y como tal llevaban muy bien los datos de los esclavos. Es controvertido en cuanto a los sentimientos que genera, fíjense que decidimos exhibir toda la colección en la misma capilla de la iglesia, la cual fue construida por esa mano esclava y para una religión que no era la de ellos, que no la entendían y para la que estaban obligados a convertirse y trabajar”.

La Estancia Jesuítica se complementa con la Posta de Sinsacate, que está distante a unos 4 Km del Museo Jesuítico y que cuenta la historia argentina del siglo XIX. Esta posta fue el lugar donde descansaron Belgrano, San Martín, Güemes, el Gral. Paz, el Gral. Lamadrid y otros próceres que se detenían allí a descansar, siendo una de las dos postas más importantes del norte Córdoba, junto a la de San Pedro. La Estancia Jesuítica cuenta la historia hasta fines del siglo XVIII y es ahí donde la historia encuentra su continuidad en la Posta de Sinsacate, que será donde se narre la historia desde fines del siglo XVIII hasta fines del siglo XIX. En esta última, se recrean las vivencias de las guerras civiles, las batallas por la Independencia, el movimiento de tropas y de mercaderías y en ello, la función indispensable de las postas para los viajeros. Sin dudas, la historia fundacional de nuestro país pasó por estos caminos.

En contacto con el Lic. Carlos Ferreyra para conocer detalles de cómo se trabaja en esta época de aislamiento preventivo por el COVID-19, él nos refirió que “en este tiempo especial de cuarentena el Museo Jesuítico Nacional de Jesús María está trabajando muchísimo en cuestiones de infraestructura, conservación y restauración, todo lo que no requiere atención al público. Hemos desarrollado una fuerte producción audiovisual y multimedia para todas las plataformas y las redes sociales con producciones tales como el documental de Belgrano, el documental sobre el Camino Real, flyers referidos a diferentes efemérides argentinas como así también participaciones y charlas online”.