El 7 de junio de 1971 se fundó la Escuela N.º 26 del Paraje “La Isolina”, en el partido de General Lavalle. Nacida desde la necesidad de que una institución educativa diera atención a los niños de esta vasta zona rural, fue un sueño que se materializó y creció gracias al esfuerzo de quienes pasaron por ella.
Con motivo de esta fecha tan particular, la celebración de sus Bodas de Oro, desde Región Atlántica dialogamos con dos personas que encarnan los inicios y el presente de la escuelita rural N.º 26: Liliana Azcarate, ex docente y directora a cargo, y Silvia Tellechea, quien ocupa dicho cargo en la actualidad.
CÓMO SE GESTÓ EL SUEÑO DE LA ESCUELA
“Nosotros vivíamos en Buenos Aires, mi marido fue a administrar esos campos de La Isolina y Los Naranjos, que eran de su padre y de sus tíos, vino a conocer el campo y la actividad. Luego, en el año `70 nos casamos y nos vinimos para acá, yo nunca había vivido en el campo y me resultó una experiencia muy distinta. Al tiempo de estar, la gente de ahí se preguntaba quiénes éramos, y un día vinieron y me dijeron: “¿por casualidad Usted no es maestra?”. Yo le contesté que sí, y me refirieron la necesidad que había de tener una escuela ya que este lugar está a 30 Km de General Lavalle, y que cuando los chicos empezaban la escuela se les hacía muy difícil llevarlos todos los días y sino tenían que dividirse las familias, ir las madres con los hijos al pueblo mientras que el padre se quedaba en el campo trabajando. Además, los caminos eran y son difíciles porque desde el pavimento de la Ruta 11 eran 17 Km de tierra y cuando llovía se volvía intransitable”, dice Liliana.

Esa primera inquietud quedó planteada y entonces, Liliana se dirigió al Consejo Escolar para transmitir esto. Las autoridades que allí estaban recibieron bien esta sugerencia dadas las condiciones de aquella zona: “Me dijeron que sí había una necesidad de escuela porque a 30 kilómetros a la redonda no había ningún establecimiento educativo. Nos dijeron que podíamos llevar una solicitud a La Plata y así lo hicimos, la idea gustó mucho y nos preguntaron si en el campo teníamos algún lugar físico para armar el aula, porque era un aula unitaria con distintos grados. Les dijimos que teníamos una casilla madera que podíamos utilizar y nos fuimos, a la semana nos mandaron como respuesta que la propuesta estaba aprobada y que ya tenía que empezar a funcionar. Con esa carta me fui a Consejo Escolar y todos estuvieron muy contentos. El municipio de Lavalle mandó un camión con los bancos, sillas y un pizarrón. Esa semana se convocó a los chicos y comenzaron las clases, con 11 chicos de todos los grados. Para mí fue una novedad, pero la experiencia demostró que podíamos lograrlo”.

Esta aventura de convertirse en docente en directora en pocos días estuvo llena de aprendizajes para todos: “Los chicos lo recibieron con mucha alegría porque además de cumplir una función educativa, cumplía y cumple una función social. Les gustaba encontrarse con los amigos, en tiempos donde no había ningún tipo de comunicación”.
De aquellos primeros tiempos, Liliana Azcarate cuenta: “Yo tenía 22 años cuando se creó esta escuela, nosotros vivíamos en el Paraje La Isolina y lo hicimos durante 4 años. Después, me mudé a General Lavalle y como soy profesora de Inglés, tomé horas en una secundaria de Lavalle, en donde estuve durante otros cuatro o cinco años hasta que mudé a San Clemente del Tuyú y seguí dando clases de Inglés hasta que me jubilé”.

TIEMPOS MODERNOS
Silvia Tellechea, la actual docente y directora, narra que actualmente asisten cuatro chicos en el Nivel Primario, que corresponden a cuatro años diferentes: “Además funciona aquí un JIRIMM, al que asisten tres alumnos, y que surgió de la necesidad también de la comunidad. Hace diez años que estoy al frente de esta dirección y en un momento se tomó nota de la necesidad en este Nivel Inicial y desde el año 2016 funciona el jardincito. En Primaria, por otra parte, este año tenemos un alumno en 5to, uno en 4to, una niña en 3º y un niño en 1º. Ellos tienen todas las materias especiales: danza, educación física e inglés”.

Hay cosas que no cambian: las distancias, los kilómetros, el sacrificio, los caminos, pero también la pasión por educar y el llamado, tan difícil de ignorar, de encontrarse y compartir en comunidad: “Ese deseo de los chicos de ir y encontrarse, de contar sus experiencias del día porque el único momento que tienen son las cuatro horas de escuela, demuestra que entonces es muy importante ese encuentro de socialización sobre las tareas que hicieron con sus papás o lo que están haciendo. Es un lugar muy importante para la comunidad”.
“Es inmensa la alegría de las maestras rurales cuando vemos llegar familias nuevas, aunque después tenemos el inconveniente de que cuando esos chicos terminan la escuela primaria, hay una migración de la madre con el hijo y con los otros hijos de la familia, por lo que de golpe pasamos de tener mucha matrícula a tener pocos alumnos. La necesidad es seguir los estudios secundarios y la migración es inevitable. No obstante, el esfuerzo de todos los que pasaron hizo que la escuela siga existiendo, hoy con poca matrícula, pero siempre esperando que lleguen esas familias a trabajar en el campo y a quedarse en el lugar”, cuenta Tellechea.

Apoyo y compromiso son dos comunes denominadores en las escuelas rurales: “El padre espera de la escuela que su hijo aprenda y que pueda continuar sus estudios secundarios. Como docentes tenemos que tomar ese compromiso y estar a la altura de lo que esperan de nosotros, estar atentos a lo que esa comunidad necesita”, resalta.
Pasaron 50 años desde el nacimiento de este sueño, que nació desde un primer ejercicio tan simple pero necesario como la escucha. El saber oír y hacerse parte de una necesidad plantó la semilla que germinó velozmente y quiso ver la luz, la buscó y la encontró. La escuela fue el retoño del que todos se sintieron parte y al que todos quisieron cuidar para verlo crecer y fortalecerse. Sus paredes y su comunidad se fueron haciendo fuertes, las historias de muchas personas pasaron por allí: tardes de libros, aprendizajes, sol y juegos en el medio del campo se sucedieron sin descanso. Hoy sigue en pie, en este 2021 en el que tanto se espera festejar. Todavía no se puede, pero la esperanza es lo último que se pierde… ¡si sabrán ellos de esperanzas! Sea como sea, están celebrando el cumpleaños en una situación tan particular y con el inmenso deseo de seguir construyendo su historia.
LOS INVITAMOS A ESCUCHAR LA NOTA COMPLETA, CON ENTRAÑABLES ANÉCDOTAS Y RECUERDOS DE ESTOS 50 AÑOS