El Día del Alambrador fue instituido para homenajear a Richard Blake Newton, quien introdujo el alambrado en Argentina, un adelanto revolucionario para su época, transformando la producción agropecuaria y generando un trabajo valorado y reconocido a través de los años. Newton nació el 15 de marzo de 1801, y de ahí que se toma esta fecha para celebrar al alambrado y a quienes realizan tan noble oficio.
Para celebrar este día, desde Chascomús entrevistamos a Oscar Carrigal, historiador que investigó acerca de la llegada del alambrado a nuestro país. Además, creó un museo temático que funciona en aquella ciudad, que afortunadamente, pronto tendrá su lugar propio: “Hace unos días nos visitaron desde el municipio haciendo un relevamiento de mi museo, porque se está por ampliar el Museo Ferroviario en la estación vieja de Chascomús. Todavía no está definido si va a ser en una parte de la estación, porque el ferrocarril también tiene que ver con el alambrado, o al lado del monumento a Newton”, cuenta con emoción.
Carrigal cuenta con una nutrida colección de elementos y documentos que registran la historia y la evolución de este invento en Argentina: «Comencé con un par de torniquetas, y luego mi yerno me regaló otras», dice. Los objetos fueron llegando a sus manos como así también los testimonios orales y escritos que fueron nutriendo su investigación, algunos que tienen que ver con la historia familiar entre los Newton y los Carrigal.
Sobre la figura de Newton, Carrigal explica que no solo se le atribuye la introducción del alambrado a este visionario sino que “también trajo el gusano de seda. Viajó a Entre Ríos, donde mataban a las nutrias porque hacían daño a los sembrados y para un adelantado como él, era un desperdicio, entonces pidió autorización al gobierno de aquel entonces y creó la industria nutriera, la comercialización del cuero de nutria. Fue vicepresidente y cofundador de la Sociedad Rural en 1866. Fue un tipo que bañaba a las ovejas en el Samborombón, a 200 metros de la estancia, para obtener mejor calidad y por consiguiente, mejores precios«.
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RESEÑA SOBRE LA HISTORIA DEL PRIMER ALAMBRADO
Corría el año 1845, cuando Richard Blake Newton introduce el “primer alambrado en la Argentina”, en su Estancia “Santa María”, en las cercanías de Chascomús, provincia de Buenos Aires. Este acto marcó un antes y un después en la historia argentina, apareciendo la figura del alambrador, una nueva clase de trabajador rural. Los puestos se poblaron de montes y frutales, y comenzó así la mestización y los apareamientos selectivos en vacunos, yeguarizos y ovinos. Surgieron los potreros con cultivos, se facilitaron las tareas rurales y lo que fue aún más importante, la propiedad de tierras y ganados comenzó a ser una realidad para el hombre de campo.
Richard Newton nació el 15 de marzo de 1801, en Lamberth, Londres y al finalizar sus estudios en el Colegio Blue Coat de su ciudad natal, comenzó a trabajar en la casa de comercio de William Palmer hasta que en 1819 acompañó a su padre en uno de sus viajes de negocios a Buenos Aires pisando por primera vez nuestro país, el que adoptaría para siempre. Es así como este joven londinense de 18 años fue contratado por la casa de comercio Británica John Gibson & Sons para su sede de Buenos Aires.
Cuenta la historia que, en su primer viaje a Inglaterra allá por 1844, paseando por el parque de la residencia de Woodhouse (condado de York) vio varios ciervos pastando en un potrero sin cercos, empalizadas ni pircas. Nadie los cuidaba, sólo alambres de hierro gruesos rodeando las parcelas. Con esta observación Newton pensó en las posibilidades que podrían abrirse en las nuevas tierras para proteger sembrados, plantaciones, ganados y propiedades. Rápidamente se dirigió a la fábrica Rodger Bert & Sons en el puerto de Liverpool y dio la orden de la partida de alambres, postes y varillas de hierro para usar en la Estancia Santa María, partido de Chascomús. Es así como cercó la quinta, las huertas y varios montes del establecimiento, instalando el primer alambrado en suelo argentino.
LOS ANTERIORES «CERCOS DEL CAMPO»
En el «Historia del alambrado en la Argentina», autoría de Noel Sbarra, se mencionan los nombres de don Tomás Grigera y don Domingo Olivera, recordándolos como aquellos que iniciaron la colosal iniciativa de utilizar cercos vivos con espinas (el ñapindá, el espinillo, la cina-cina y la tuna, entre otros) para cercar sus campos, protegiendo así los cultivos de aquellos animales que pastaban libremente por la pampa.
Grigera nació en Buenos Aires en 1775. Fue conocido como el «alcalde de las quintas» por sus actitudes de liderazgo sobre las gentes del suburbio y las quintas que rodeaban la ciudad, allí donde se cultivaban duraznos, hortalizas y se criaban aves de corral.
Desde niño aprendió los secretos de la tierra en la quinta de su padre, don Bernardo, situada en la calle de Santo Domingo a la altura de San Miguel de la ciudad de Buenos Aires (hoy Belgrano y Tacuarí). Encontró así el medio más honroso para sustentarla su numerosa prole, instalándose en la zona conocida como «Las Lomas» (hoy Banfield, Lomas de Zamora y Remedios de Escalada). Roturó la tierra, seleccionó semillas, plantó verduras, flores y frutales y, realizó injertos que hicieron correr su fama, ya que, a un durazno amarillo, jugoso y dulce, se lo conoció como el «durazno ñato de Grigera».
Producto de sus observaciones, anotaba minuciosamente los tiempos de siembra, la formación de almácigos, la época de injertos y la maduración de los frutos. Estas acciones fueron publicadas en 1819 en el «Manual de Agricultura», dedicado al Director Supremo, don Juan Martín de Pueyrredón, a quien lo unía una larga amistad.
En el prólogo de dicho escrito, Grigera le dice al lector: «Comunico a mis conciudadanos […] lo que en el constante trabajo de esa madre común de los vivientes he aprendido». Señala los distintos tipos de tierra (gruesas, húmedas, secas, etc.), aconseja sobre la «estercolación», el modo de arar y sembrar. Agrega además, un calendario de agricultura, indicando lo que se tenía que sembrar o plantar, y de qué manera, desde enero hasta diciembre.
En 1821, junto con otros habitantes de las «Lomas de Zamora», pide a la provincia los títulos definitivos de las tierras que venía cultivando desde hacía décadas, petición que le es concedida por decreto del 30 de marzo del mismo año. Tiempo después, en el mes de agosto, es designado por el gobernador bonaerense para integrar una Junta de nueve miembros, seleccionados de entre aquellos que «posean los mejores conocimientos en los ramos de la agricultura y las artes». Don Tomás Grigera murió en 1829.