Eduardo Mosso es el autor del libro “Memorias de una Industria Nacional. Recordando con Enzo Rotania”, publicado a fines de 2020. De profesión médico veterinario, es Magister en Gestión Pública y un apasionado de la fotografía. Nativo de Sunchales, Santa Fe, hoy reside actualmente en la capital de esta Provincia, desde donde nos cuenta sobre la obra.
UNA PRIMERA APROXIMACIÓN AL LIBRO
Para tener una primera aproximación, Mosso refiere que “La historia de la cosechadora inicial automotriz está incluida en este libro porque es parte de la empresa que más se extendió en el rubro en Argentina, 80 años sin cambiar de dueños ni de estructura. La segunda parte, “…Recordando con Enzo Rotania” se refiere a las memorias del hijo de Alfredo Rotania y que estuvo a cargo de la empresa desde mediados de la década del `50, y por supuesto que uno de los hitos importantes de la empresa y quizás por el que más se la recuerda es por la creación de la primera cosechadora automotriz del mundo.”

La portada del libro muestra una fotografía antigua pero con retoques, coloreada, de modo que parece una toma sacada ayer nomás. En la misma, una postal rural recrea el momento de la cosecha, motivo de celebración y encuentro familiar al poder obtener el fruto del trabajo que nace desde la tierra. Mosso cuenta que esa imagen corresponde a una máquina de 1938 y gracias a los registros conservados por Enzo Rotania “se pudo saber que fue adquirida en Cañada de Gómez por un señor llamado Serafín Besón. Se trata de una cosechadora que ya tiene plataforma frontal y que, pese a tener ruedas de hierro, ya se perfilaba con los adelantos que tendría a partir de entonces…Esa era con ruedas de hierro pero ya en 1938 y en la misma planilla aparecen con ruedas de hierro y con neumáticos”.
Si nos situamos en el contexto histórico, en 1939 estallaba la Segunda Guerra Mundial y con esto se dificultaba la comercialización de ciertos productos. Ante este panorama Argentina, que seguía alimentando el mundo, debió adaptarse para seguir produciendo. Sobre esto, Mosso señala que “fue un cambio notable, una especie de retraso con respecto a los efectos de la guerra. En el libro hay una foto donde se ven cargadas en los vagones máquinas con neumáticos y con ruedas de hierro, y continúa la fabricación de Rotania hasta el año 1941. Las que se vendieron en 1942 habían sido fabricadas antes y después, hasta 1945, no se vuelven a fabricar por falta de insumos tales como hierros, chapas y motores que en aquel momento eran absolutamente importados. En 1945 se retoma la fabricación y empieza otra etapa para las cosechadoras argentinas con la incorporación de otros fabricantes”.
HACIENDO HISTORIA, “DESDE EL LLANO A LA MONTAÑA”
Tanto el autor del libro como la empresa Rotania tuvieron el mismo origen: Sunchales: “La empresa surgió en ese lugar, nunca tuvo otras sedes de modo que los ochenta años estuvo ahí”. La vida quiso que en el año 1980 Eduardo Mosso se convirtiera en el yerno de Enzo Rotania, quien falleció en 2010. De aquella conexión surgieron muchas conversaciones que, en palabras del protagonista, “no se dieron mientras que la fábrica estuvo en funcionamiento… Después de 1995 la fábrica cierra, comienza a pasar el tiempo, y se dan esas charlas que siempre giraban en torno a lo mismo: sobre todo, a las viejas trilladoras. Él tenía una precisión en los detalles y tenía estas fotos familiares tan interesantes”. Así fue que, a través del tiempo, se fue armando este legado tangible de la historia de Rotania, primero en conjunto con Enzo y luego de su fallecimiento, Eduardo sumó otros materiales hasta darle la forma final.

En lo que refiere al tema del libro, este revolucionario avance en la tecnología agrícola llevó el nombre de Rotania y con éste la marca y el espíritu familiar con que nació la idea, la inventiva y la necesidad de mecanizar la cosechadora. En este sentido, Mosso considera oportuno “destacar el trabajo de todos aquellos pioneros en la industria y que muchos son de la zona de Santa Fe tales como Senor, Bernardín y otros, porque el desarrollo de este tipo de industrias está asociado al desarrollo de la agricultura. Ellos funcionaron complementándose en una situación que es casi exclusiva para el mundo porque el desarrollo que logró Argentina no fue imitando a ningún país sino que, al contrario, en esos años estuvo mucho más avanzado que otros lugares”.
“Desde el llano a la montaña, con Rotania”, fue un eslogan creado por un periodista de una radio de Uruguay, según consta en el libro de Mosso. Dicha denominación se explica debido a los avances y ampliación en cuanto a la creación de implementos y maquinarias que poco a poco comenzaron a adaptarse o a pensarse para otros lugares y otros cultivos. Quizás la marca sea muy reconocida en el agro por las cosechadoras pero paralelamente desarrolló otras línea de implementos y específicamente de motoniveladoras y tractores también.
Desandando la historia aparece el curioso dato de una cosechadora que se convirtió en monumento histórico y cuya historia merece ser contada: “Esta corresponde a la tanda de las primeras automotrices fabricadas en serie. A esa máquina la recompró Rotania y Cía teniendo en cuenta su valor por lo que significaba. La tuvieron en exhibición muchos años e incluso cuando había algún evento la utilizaban para desfilar, de hecho hay una foto en el libro desfilando en ocasión de la visita de un presidente. Entrados los `80 y con las dificultades que empezaron a aparecer trataron de darle un destino seguro a esa máquina y entonces la donaron a la Municipalidad de Sunchales para que fuese declarada dentro del patrimonio histórico”.

¿QUIÉN FUE ALFREDO ROTANIA?
Los Rotania fueron inmigrantes italianos, que llegaron a nuestro país en dos tandas, en la segunda de ellas fue que llegó Alfredo: “Habían venido primero dos hermanos mayores alrededor de 1910, luego vinieron los cuatro hermanos restantes con algunas de las hermanas y los padres”.

Alfredo Rotania fue quien con su idea revolucionó la agricultura mundial junto a sus hermanos Miguel, Enrique y Fernando. Ellos habían instalado en 1915 un taller de máquinas agrícolas para atender las necesidades de los habitantes de Sunchales hasta que en 1926 Alfredo pensó en mejorar las máquinas usando el motor de la corta trilla para impulsar a toda la cosechadora, y que de este modo el equipo tuviera tracción propia. Luego de mucho trabajo en el taller lograron el resultado final: cinco unidades de la innovadora cosechadora automotriz, cuyo certificado formal de invención fue expedido en diciembre de 1929.
Esta máquina ofrecía motor McCormick Deering modelo 22-36 y diferencial Chevrolet, además de un frente de corte de 4,5 metros con el que podía trillar unas 15 hectáreas por día. La innovación produjo un cambio significativo, ya que hasta ese momento las cosechadoras eran tiradas a caballo o con tractores, lo que aumentaba sustancialmente los costos de producción.

Una foto de Alfredo Rotania, que fue tomada en Italia y en la que se lo ve sentado sobre un motor a vapor, es el disparador para hablar de sus orígenes y sus conocimientos: “Muchas veces la idea se reduce a que todos los fabricantes de cosechadoras eran herreros que improvisaban o que partían haciendo pruebas y en este caso él era maquinista de motores a vapor y había trabajado en talleres mecánicos y cuando vino a Argentina siguió haciendo ese trabajo, nunca se dedicó a la actividad agropecuaria propiamente dicha sino siempre en la atención de equipos, en la parte mecánica, entonces después pasó al taller y con la fabricación de implementos, paralelo a desarrollar la actividad de trilla. Tuvieron cuatro equipos de trilladoras con motores a vapor, con tractores a vapor”-cuenta- “El tractor a vapor era el elemento que dominaban y con el que trabajaban y de allí su relación con esa foto en Italia y con toda la actividad de trilla, que la hicieron aún mucho tiempo después en paralelo a la existencia de la fábrica”.
¿CÓMO SURGE LA PRIMERA MÁQUINA?
“El surgimiento de la primera máquina es importante de destacar más allá de la idea porque se muchas veces se la trata de ubicar como un invento y me parece que se está reduciendo el verdadero valor porque la idea de que con un motor tenían que marchar las dos cosas era generalizada, cualquiera se daba cuenta que era una ventaja hacerla así. El mérito del padre (Alfredo Rotania) fue haberlo concretado, radica en encontrarle la vuelta a una situación muy compleja, sobre todo por la escasa potencia que tenían los motores y desarrollarlos de un modo que funcionaran, que lo hicieran bien y que pudiesen ser fabricados a un precio razonable para ser vendidos. Tampoco era muy difícil hacer una única máquina, un prototipo y que quedara en eso, pero ellos inmediatamente la pusieron a la venta con éxito absoluto y por eso en el libro hay muchas imágenes de ese tipo de máquina con la plataforma de corte lateral trabajando y con los propietarios que, a modo de regalo o saludo, le hacían llegar la foto con la máquina. La cosecha, sin dudas, era un momento muy importante y de celebración”, concluye Mosso.
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