Susana Urruty vive en la zona rural de Olavarría y tiene 39 años. Siempre vivió con su familia, ganadera, en el campo. Desde pequeña supo que su destino era andar detrás de los pasos de su papá, aprendiendo los gajes del oficio entre las mangas y los animales. Ese andar se le volvió una pasión tal que decidió que no haría la secundaria, sino que haría una tecnicatura contable mientras se quedaba trabajando en el campo.
A sus 15 años la vida le dio un duro golpe cuando su padre, compañero y mentor, falleció de un infarto. Susana cuenta que, en aquel momento tan difícil debieron tomar una decisión junto a su madre: abandonar todo o seguir adelante. Fiel a su pasión, tomaron el segundo camino. Atravesaron cambios, desafíos y viscitudes varias, pero el tiempo las mantuvo unidas, trabajando en los establecimientos «Don Néstor», a 25 kilómetros del casco urbano de Olavarría, y «San Agustín», a 16 kilómetros de Espigas, en el extremo oeste del Partido.
El pasado 19 de marzo, la trayectoria de Susana Urruty fue reconocida en la Facultad de Agronomía de la UBA, con el premio Lía Encalada, en el rubro Ganadería. Otras diecinueve mujeres rurales recibieron esta distinción, que es una iniciativa de Mujeres Rurales Argentinas. En el inicio del proceso de selección, más de 400 mujeres fueron propuestas por sus pares para este galardón, y luego de una preselección quedaron unas cien, quedando finalmente veinte como elegidas. Susana cuenta que sintió un enorme orgullo al ser elegida en medio de tantísimas historias de mujeres rurales comprometidas y con experiencias tan fuertes.

En cuanto a su actividad, Urruty se dedica a hacer ciclo completo en ganadería, en raza Aberdeen Angus: «hacemos cría, recría y engorde, con algo de feedlot para terminar», dice. Como productora sabe que esta tarea demanda una entrega diaria y total que depende, además, de las decisiones coyunturales que se toman: “En el campo estamos complicados con el tema de aumento las retenciones. Como ganadera, el golpe más duro lo sufrimos el año pasado con el cierre de exportaciones de carne, porque era un momento drástico del campo, pleno invierno, con mucha vaca seca porque no había pasto. Tuvimos que salir a vender las vacas que nos quedaban secas, porque no teníamos campo para darle de prioridad a las preñadas, y lo hicimos a un valor malo. Cuando levantaron las exportaciones, la mayoría ya no tenía más vacas para vender, y eso solo hizo que se beneficiaran los frigoríficos, que tenían las cámaras llenas”, describe.
Consciente de las trabas que aparecen y de los discursos que circulan en contra del campo, Susana resalta la importancia de explicarle a la población algunas cuestiones: “Entiendo que hoy, para la gente, consumir carne en la góndola es carísimo, pero el productor no pone el precio. Nosotros criamos y vendemos, y por ejemplo un consumo especial de un novillito está a $ 280 el kilo mientras que, a la gente, a menos de $1200 creo que no se lo cobran”.
“A nosotros, todos los insumos que necesitamos para la actividad nos vienen a valor dólar paralelo. Tuvimos que cambiar el sistema, estirando la recría a campo para darle luego el último toque a corral”, expresa en relación a los aumentos en los costos de forraje, entre otros.

Quizás esta necesidad de explicar, de visibilizar, de luchar, fue lo que la llevó a involucrarse desde lo gremial desde el año pasado, como delegada del Distrito 2 de la Sociedad Rural Argentina. Con este mismo espíritu inquieto participa de charlas, encuentros, y busca mejorar permanentemente en su actividad apostando a la tecnología y al mejoramiento en la genética.
Actualmente tiene 520 madres y 400 animales en el rodeo. “Dejamos las mismas terneras nuestras para madres y vamos invirtiendo en genética para mejorar la calidad”, indica la productora. Desde hace cuatro años, además, se dedica a la cría de caballos criollos puros en la cabaña El Vasquito donde tiene 12 yeguas madres, padrillos y potros. “Era algo que siempre pensábamos hacer con mi papá, es un gusto que me pude dar”, manifiesta.