Villa Ruiz es una localidad del Partido de San Andrés de Giles. Está ubicada a 23 km de la ciudad cabecera y a 80 km de la Ciudad de Buenos Aires. Según el censo del 2010 había unos 500 habitantes, aunque los vecinos estiman que, por el crecimiento que ha tenido, actualmente habría unos 700 pobladores.
Nació con la inauguración de la estación ferroviaria del entonces Tranway Rural, de Federico Lacroze, el 24 de mayo de 1889, con la llegada del primer tren tirado por caballos. El donante de las tierras para la formación de la estación y luego del pueblo fue don Lorenzo T. Ruiz, propietario por entonces de una vasta extensión de tierras en los alrededores. Posee varios sitios de interés histórico-cultural. Se puede recorrer el viejo Camino Real que realizó el Virrey Sobremonte hacia el alto Perú, huyendo para preservar el oro de la Corona. En su recorrido se pueden visitar sitios de interés como El boliche del Tejo, la Posta de Figueroa y el sitio donde se libró la batalla de Cañada de la Cruz.
Villa Ruiz es un lugar apacible y familiar, un ambiente donde se siguen manteniendo las tradiciones gauchas y rurales, las cuales son transmitidas y mantenidas de generación en generación. Cada año, en el mes de noviembre se realiza la Fiesta Provincial del Camino Real donde se luce el desfile de carruajes y la reseña histórica del Camino Real, acompañada de números artísticos y destrezas gauchas.
Sebastián Crosato es nuestro invitado en esta ocasión. Pertenece a la tercera generación de una familia de panaderos. Para conocer la historia familiar de los Crosato hay que remontarse al momento en el que se hicieron cargo de la panadería y para conocer la historia de la panadería hay que remontarse mucho tiempo antes. El edificio original data del año 1914 y tuvo, según dicen, varios dueños hasta que el abuelo de Sebastián, Don Américo, y su hermano Victorio lo compraron allá por 1961: “Anteriormente mis abuelos hacían el tambo en el pueblito que se llama Andonaegui (en Exaltación de la Cruz), en donde está la famosa Pulpería Los Ombúes, cuyos dueños también son parientes nuestros”, dice.
Los Crosato eran empleados en el tambo, dejaron todo y se mudaron a Villa Ruíz, en donde emprendieron la aventura del oficio panadero. Con el tiempo, la sociedad se disolvió y el abuelo de Sebastián le compró su parte a su hermano. Las generaciones fueron sucediéndose, la panadería tuvo su continuidad con Roberto, padre de Sebastián, quien a su vez tuvo cuatro varones (entre ellos Sebastián) que lo siguieron en el oficio. Luego de un siglo, la generación actual decidió apagar el antiguo horno y abandonar el inmueble histórico para mudarse al frente: “Al frente había un lote en el que mi abuelo tenía chanchos y quintas, después mi abuela me dijo que me lo iba a regalar y aquí estamos. La panadería anterior, la que transitaron mi abuelo y mi padre, se llamaba La Emilia por una hermana de mi papá que falleció en un accidente de tránsito cuando solo tenía tres años. Hoy es “Los Crosato”, en conmemoración de todo lo que vino atrás”. Hace unos diez años que Sebastián y sus hermanos decidieron poner en venta el antiguo inmueble de la panadería, cuyas instalaciones se encuentran impecables: “El horno está intacto, hay una sobadora y una amasadora muy viejas, que antiguamente se movían a través de un motor a gasoil por medio de unas poleas y correas largas, hasta que cada una tuvo su motor”. Tratemos de imaginar el ruido que hacía semejante artefacto, irrumpiendo en el silencio sepulcral del pueblo… Sebastián cuenta que también quedaron dos paneras de roble y un mostrador sobre el piso antiguo de pinotea.

En cuanto a la elaboración, Sebastián señala que enel presente, si bien innovaron en maquinaria de elaboración, la cocción sigue haciéndose mediante el horno a leña. Otras actividades, como el reparto, se han modificado: “Mi abuelo era una de esas personas que hacía una recorrida en una “panadera”, un carro tirado a caballos y hacía una vuelta enorme que, repetía cada semana para que la gente bajara seis o siete kilos de galleta que les duraba toda la semana. Era un recorrido muy amplio porque tenía un cliente cada cinco o seis kilómetros. Hoy es más fácil llegar a todos lados”, narra.
Actualmente, Sebastián trabaja junto a su esposa, Karina Torres, recibiendo a los pobladores locales y a los turistas que se acercan a conocer Villa Ruíz, ofreciéndoles delicias propias de la tradición local como la galleta trincha, también conocida como “orejona”, “de campo” o “de puño”, cuyas características son: ser liviana, con corteza “morochita” e interior de miga bien blanca, duradera y deliciosa. El matrimonio sigue apostando al comercio y al turismo, por eso inauguraron este fin de semana “China café”.
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