Las Bolsas de Cereales de Buenos Aires, Entre Ríos, Córdoba y Bahía Blanca y las Bolsas de Comercio de Santa Fe, Rosario y Chaco, que conforman el Programa Argentino de Carbono Neutro (PACN), presentaron el Manual Sectorial de Cálculo del Balance de Carbono y otro de Buenas Prácticas Ambientales de la Mesa de Oleaginosas, desarrollados por el grupo consultor FIDA.
Los mismos significan un importante trabajo multisectorial hacia las buenas prácticas ambientales en el sector agropecuario y son de alcance gratuito bajo solicitud expresa a la secretaría del PACN, con el objetivo de lograr una implementación uniforme a nivel nacional.
Para dialogar con más precisión sobre este tema dialogamos con Sabine Papendiek, consultora en Comercio Internacional y coordinadora del Programa Argentino del Carbono Neutro.
En primera instancia, Papendiek explicó de qué hablamos cuando nos referimos al carbono neutro: “Cuando hablamos de eso es tratar de mitigar las emisiones que tenemos en nuestros ciclos productivos a nivel, específicamente, de producto en lo que refiere al Programa Argentino de Carbono Neutro. Lo que estamos buscando productos que no tengan impacto en sus emisiones de CO2 equivalente, sabemos que tenemos diferentes gases de efecto invernadero, y lo que se hace es medir cuántas emisiones en su ciclo productivo tienen estos productos e intentar en un futuro, como norte, llegar el día de mañana a su neutralidad de modo de no colaborar con el cambio climático. El objetivo del Programa es facilitar a los productores, a los acopios, transportistas, plantas y exportadores, herramientas que nos faciliten este camino para evaluar y gestionar sus emisiones, de manera bien orientada a la comercialización internacional, que es la que hoy por hoy ya tiene requerimientos en el acceso al mercado”.
El manual de carbono está alineado a la norma ISO 14067:2018 en función de un análisis de ciclo de vida local, validado por las empresas y asociaciones miembros para cuatro unidades funcionales: harina de soja, aceite de soja, biodiésel y aceite de girasol: “Los requerimientos ambientales comienzan a tener un valor estratégico porque los principales mercados de consumo, que en general son países desarrollados o países que tienen grandes compromisos de reducción de emisiones a nivel internacional, empiezan a demandarnos productos que no les incrementen las emisiones a través del consumo, y como ellos están trabajando con sus productores a nivel doméstico y con sus propias plantas de procesamiento de estos insumos, es que empiezan a mirar desde el lado de las importaciones y a pedir ser abastecidos por productos que no tengan alto impacto ambiental. Uno de los factores a analizar es el del carbono equivalente, ver cuántas emisiones tiene este producto que se está comercializando”, expresó.
El manual de Buenas Prácticas Ambientales “recoge el análisis de ciclo de vida del manual de cálculo y sobre el mismo enlista prácticas que impactan de manera positiva en la reducción del balance de carbono, alineados a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el estándar Global Reporting Initiative (GRI) como herramienta de medición de impacto, ambas prácticas de comunicación y medición de desempeño muy utilizados a nivel empresarial comercial y financiero”.
“Tenemos que ver toda la cadena para contar cuántas emisiones tienen las cuatro unidades funcionales, que son los cuatro productos que estamos analizando: el aceite de soja, la harina de soja, el biodiesel de soja y el aceite de girasol, tenemos que ir desde el campo, desde el productor, de los fertilizantes y las semillas, hasta el transporte con el acopio, por las plantas, hasta llegar a la última planta de procesamiento hasta llegar a buques internacionales. Esa es la trazabilidad del producto y tenemos que integrar a Argentina a una cadena y empezar a generar acuerdos de fidelización con aquellos que nos puedan, aguas hacia arriba y aguas y hacia abajo, darnos información para cumplimentar este cálculo, sino solos no lo podemos hacer, el exportador sólo no lo puede realizar, sino que necesita al resto de los actores que estén asociados en brindar este tipo de información”, agregó.
Entre las cosas que se deben observar y registrar para colaborar en este cálculo, Papendiek menciona la cantidad de combustible utilizados, el tipo de laboreo que se está haciendo, qué tipo de fertilizante se está utilizando, qué rendimiento se está obteniendo y cuántos semillas se están cultivando: “Ese es el manual de cálculo que nos va a acompañar en todo ese proceso, y en segunda instancia, tenemos un manual de buenas prácticas que es un análisis realizado a nivel nacional e internacional de buenas prácticas que tienen un impacto positivo en la reducción de esas emisiones”.
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