Hay lugares especiales que son el alma de los pueblos o los parajes, sitios casi mágicos repletos de historias. Si uno pudiese hacer un viaje al pasado se encontraría con muchas personas yendo y viniendo por los caminos rurales como medios e instrumentos de las actividades del campo. Esas personas encontraban refugio, provisiones, juegos, charlas y mucho más en los boliches de campo, en las almacenes de ramos generales o en las pulperías.
Talitas está situada en el Departamento de Gualeguaychú, Provincia de Entre Ríos. Allí aún está en pie el edificio de la Pulpería Impini, cuya creación se remonta al año 1889. Para llegar a esta zona se deben transitar unos 15 Km desde la localidad de Larroque. El paisaje agreste domina la zona, plagado de caminos rurales que a veces conectan pero que también separan si llueve o si el clima es adverso. El paisaje también está lleno de historias antiguas que parecen tatuadas en las paredes de la pulpería. Jorge Impini, descendiente de los pioneros que llevaron adelante la histórica pulpería, está haciendo un trabajo de investigación para difundir anécdotas e historias de la pulpería a través de Facebook.
Cuenta la historia que este boliche data del año 1889 y su época de mayor esplendor la vivió a partir de la llegada de los Impini a la zona, alrededor del año 1921. Jorge cuenta que el nombre real era Almacén de Ramos Generales y Carnicería “El Encanto” pero los lugareños lo conocían simplemente como “el boliche de Impini” y que, con los años, pasó a conocerse como la Pulpería de Impini.
Acerca de los orígenes de la pulpería y la llegada de los Impini
“La familia Impini llega en el año 1921 a este Paraje porque había un familiar directo que ya vivía en la zona. El lugar de la pulpería ya existía y no sólo funcionaba como almacén y bar sino que también tenía carnicería, lo que le daba mucha vida a la zona. La familia se instala en esta zona, al poco tiempo fallece quien sería mi bisabuelo y queda la señora con sus dos hijos, quienes eran mi abuelo y su hermano. Había otras hijas mujeres pero, como era típico de esa época, las mujeres se casaban y se iban con sus parejas y ya no pertenecían al grupo societario que explotaba el comercio, en este caso la pulpería. Allí había muchas actividades tales como el reparto de la carnicería a las estancias que se hacía a través de sulkys, con tres repartos semanales que salían a las tres de mañana y volvían a las once, uno salía para el norte y otro para el sur porque había mucha gente en ese entonces, mucha vecindad y muchas estancias. Había mucho desarrollo agrícola ganadero y no existía la soja, los campos eran diferentes”, cuenta Jorge.

Nuestro entrevistado narra además que “En la pulpería se centralizaba todo el movimiento comercial de la zona y hasta pasaban cosas que llaman la atención de mucha gente cuando lo cuento: se compraban perdices y se vendían en los restaurantes o se compraban loros porque hace muchísimos años este animal fue declarado plaga nacional y entonces el gobierno, para fomentar la exterminación, pagaba o compraba patas de loro porque era más fácil para comprobar que los habían matado. También se vendían loros vivos. Otras actividades eran las carneadas de cerdo, criar pollos, vender alimento balanceado, tener tambos, hilar lana. Era un verdadero emporio donde no sólo trabajaba la familia sino la vecindad, los productos de la zona se centralizaban en la pulpería que cumplía una función social en Talitas”.
Memorias de antaño
“El típico bar de pulpería existía, con las rejas y el techo de tejuela con los palos de pinotea a la vista y el piso de ladrillo, que tenía algún cemento pero sin cerámicos. Y aún se mantiene así, en buen estado. Se conservan las rejas, los mostradores de madera y los estantes donde se mostraba la mercadería y que estaban a espaldas del pulpero. Además, en otros sectores contiguos están los cajones donde se depositaba harina suelta, azúcar y otros productos que se vendían a granel”, dice Impini en relación a la estructura comercial. El bar, el juego en la cancha de bochas, las partidas de truco y las carreras de cuadreras eran el punto de encuentro para los lugareños que trabajaban y habitaban en los campos de la zona.

Otra de las funciones de la pulpería era la de funcionar como estafeta postal ya que la gente llevaba su correspondencia, la cual era llevada hasta Larroque y, de la misma manera, lo que llegaba a Larroque y que era para la zona de Talitas se llevaba para la pulpería: “De allí, depende de quien fuera, se elegía a un asiduo concurrente o al más chico que era el que hacía los mandados y se lo mandaba a que fuera a llevar las cartas”.
Entre los recuerdos de antaño se halla aquel fogón que siempre estaba encendido. Es que se podría decir que la pulpería nunca dormía: cerraba cuando se iba el último parroquiano, que podía ocurrir a las diez de la noche, pero a las dos de la madrugada ya empezaba el trajín del nuevo día y con él, el reparto a la zona y el despacho. El fogón, lugar de encuentro, era anfitrión de quienes estaban de paso y convite para un asado improvisado en el que todos tenían lugar.

Había espacio también para los linyeras, personajes que vagaban por cualquier lado, sin domicilio ni ocupación fija, que dormían en cualquier sitio y comían lo que podían. Llegaban de improviso y pernoctaban en el galpón, sabían que allí encontrarían también alimento pero además ayudaban en cualquier trabajo que se presentara, aliviando un poco las múltiples tareas, participando en la esquila, la carneada, etc.
Soñando con volver
El devenir de la historia fue modificando el escenario poblacional de la zona. Muchas personas comenzaron a emigrar en busca de oportunidades de trabajo y de estudio. Esas mismas personas fueron las que dejaron progresivamente el ámbito rural para quedarse en las ciudades y así, aquella función que tenía la pulpería, también cambió. Cerró hace muchos años y pese a algún intento de reflotarla, el estado de los caminos y la escasa inversión de los gobiernos hizo desistir a aquellos impulsores que soñaban con verla abierta otra vez.
Actualmente los jóvenes integrantes de la familia están tratando de reflotar este antiguo y maravilloso lugar, soñando con un futuro espacio para el turismo rural. El buen estado de conservación de la estructura edilicia permite proyectar este futuro sin pensar en grandes inversiones. Este sueño es una deuda afectiva con la historia familiar, una deuda de identidad con todo lo que significó el boliche para el paraje y para su gente, una cuenta pendiente que busca saldarse a fuerza de empeño y compromiso. Ojalá este sueño se vuelva realidad.-