El nombre del paraje se debe a un establecimiento que tenía la asociación Guerrero cuando se construyó esta estación: la Estancia Juancho. Según la guía del ferrocarril, en el año `40 había allí unos 689 habitantes con estafeta de correo, un jefe de estación, telégrafo, varios agricultores, paperos como los Piñiero y Person, fruticultores, varias cabañas de invernadores, múltiples estancias y lógicamente se mencionaban los balnearios, que aún no eran de Pinamar, a cinco leguas de la Estación Ostende. Hoy el paraje no es el mismo, pero el Boliche de Juancho sigue en actividad. Los invitamos a conocerlo a través de Analía Lazo, quien está a cargo del mismo:
¿Cómo es el boliche?
El Paraje Juancho está a 14 kilómetros de General Madariaga. Allí está la estación, la escuela, el boliche y está rodeado de estancias. El boliche debe tener más de cien años porque nosotros hace 34 años que estamos, el anterior bolichero estuvo 25 años y hubo dos o tres dueños anteriores.
El edificio del boliche se ha venido un poco abajo por el paso del tiempo, las paredes aún están en pie, su construcción fue progresiva pero precaria. Tenenos un enorme mostrador de una madera muy apreciada, que todos lo quieren. De botellas, estantes y otras cosas ya no había nada cuando llegamos. Hoy nosotros atendemos a la gente y vendemos cueros y otras cosas que fabricamos. También muchos vienen a tomar una copa y a descansar sobre todo en verano, algunos de ellos son turistas. Tenemos también una casa de té y picadas en la estación del ferrocarril, donde organizamos alguna guitarreada de vez en cuando, y los domingos abrimos después de las 17.
¿Cómo fue que llegaron Santiago y Usted al Paraje Juancho?
Nosotros estábamos de puesteros en otro lugar. Cierto día fue un vecino que iba a Juancho con su hija para curarle el empacho y comentó que había un cartel que decía que el boliche cerraba el 24 de diciembre porque los que estaban se iban del paraje. Mi marido empezó a hablar con el dueño y llegaron a un acuerdo, y nos vinimos para acá ya hace más de 30 años. Nuestras hijas fueron todas acá, a la Escuela Nº 6 de Paraje Juancho.
Y ustedes decidieron cambiar su vida de puesteros por el boliche y se han quedado ahí, así que debe tener su encanto…
Nosotros somos de campo, nacimos y nos criamos así. Además estamos cerca de Madariaga, las chicas van y vienen, los parientes y los vecinos también están así que siempre estamos acompañados. Es la vida que elegimos, hoy ya somos jubilados y estamos bien. Acá también criamos gallinas y pollos, vendemos huevos, etc.
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Cuando llegaron hace 30 años, en otra época, ¿se tuvieron que encargar del reparto y esas cosas?
No, la gente venía a buscar sus cosas directamente. La diferencia es que en esos tiempos había muchas personas en las estancias y había mucha venta por libreta, que pagaban por mes. Eso ahora ya no es así. Este igual es un punto de encuentro, alguno viene y se queda un poco, y es un lugar que permite movilizar el paraje. En temporada vienen todos los patrones de las estancias, se juntan de a cuarenta o cincuenta en cada establecimiento, y suelen venir a caballo a comprar o en auto. A ellos les encanta que estemos acá y no quieren que nos vayamos.
Las vías muertas son parte del paisaje, en donde el tren dejó de pasar desde hace décadas. El Paraje Juancho resiste al tiempo y al olvido y en él, el almacén continúa erguido.