Leóny Staudt es técnica en Producción Agropecuaria, en la zona de Sierra de la Ventana es productora de lavandas con certificación orgánica y, además, diversifica su producción con la cría de ganado Angus colorado. Su establecimiento agropecuario es «El Pantanoso» y debe su nombre a un arroyo que cruza la zona, cuyas aguas bajan de las altas sierras de la zona y constituyen la aguada para la hacienda. La familia está allí desde el año 1930.
Los Staudt tienen una larga y rica historia como productores, pero en el pasado eran laneros: “Los Staudt eran laneros de por sí. El tío de mi papá, Ricardo Staudt, tenía 17 campos desde El Pantanoso hacia el sur, en la Patagonia, para producir lanas y cueros para exportación. Tenían las barracas Staudt & Cía, en Buenos Aires y en el resto del país. Producían lanas de raza Merino y Corriedale, de hecho El Pantanoso era uno de los pocos campos del país en donde se producía la raza Corriedale”, cuenta Leóny.
La familia Staudt llegó a tierras americanas en el año 1860 proveniente de Berlín para hacer el negocio de importación y exportación. Leony explica que, en aquellos primeros tiempos, los productos que se exportaban eran lanas y cueros, y no así la carne porque aún no había refrigeración. Desde Europa, por otra parte, se importaban productos ya manufacturados.
“Me hice cargo de El Pantanoso a los veintipico, porque mi padre falleció cuando yo tenía 19 años… Cuando me hice cargo era aún campo lanar y la esquila era el momento más importante, en el mes de noviembre. Llegábamos a esquilar 20 mil kilos de vellón, un número interesante para la provincia de Buenos Aires. Luego, los precios empezaron a caer y prácticamente no quedó un lanar, no alcanzábamos ni a cubrir los costos de la esquila. Nosotros también liquidamos el lanar y nos pasamos al ganado vacuno, en la cría de Aberdeen Angus colorado», explica.
Hoy sólo quedan tres ovejas, a las cuales Leony gusta de ver pastorear en el casco del establecimiento: “siempre me encantó, pero dejó de ser negocio”.
¿CÓMO SURGE EL CULTIVO DE LA LAVANDA?
«Primero se plantaba todo a mano y cortábamos de igual forma, lo que hoy es imposible, por eso se ha mecanizado con cosechadoras. En una hectárea entran aproximadamente once mil plantines. Trajimos los primeros plantines del vivero andino patagónico, en el año 1989. Hoy por hoy somos el cultivo más grande de lavanda de Argentina, sobre todo internacionalmente somos importantes en superficie en lavanda angustifolia, variedad premium que es la utilizada en perfumería», describe con orgullo.
La historia siempre ha sido de disfrute por el trabajo, pero también de lucha y sacrificio: «Llegamos a tener 120 hectáreas de cultivo en línea y algunas aromáticas, pero en febrero de 2018 hubo un incendio espantoso en Sierra de la Ventana que quemó 25 mil hectáreas y, entre ellos, caímos nosotros, miles de kilómetros de alambrados y parte de los cultivos se perdieron. Actualmente comercializamos en mercado interno y, a partir de la pandemia, habilitamos el turismo rural. Es una forma de mostrar lo que estamos haciendo y aparte, me gusta conocer gente».
Pero, ¿por qué volcarse hacia la lavanda?: «Cuando era chica siempre escuchaba los cuentos de las lavandas de Atkinson, cuyos cultivos estaban relativamente cerca de nuestro campo, en Cura Malal. Siempre me gustaron las lavandas, me gustaba verlas y sentir su aroma. Además, mi marido es de origen francés y recorrimos mucho la provenza del sur de Francia, que es corazón de la lavanda. Entonces pensamos, ¿por qué no podíamos hacerlo si teníamos sierras, grandes amplitudes térmicas, noches frescas y estamos a unos 400 metros sobre el nivel del mar, todo lo que necesita la lavanda para desarrollarse?