La localidad de San Jerónimo Norte se encuentra en el Departamento de las Colonias, Santa Fe, a 40 Km de la capital provincial. Desde hace dos años fue declarada ciudad, pese a que el número de habitantes no llega aún a los 10.000. Cuenta con todos los servicios indispensables para el desarrollo de su comunidad: luz eléctrica, gas natural, cloacas, alumbrado público y casi pavimentado en su totalidad.
Pero hay «perlitas» que hacen especial a San Jerónimo Norte (colonia suiza fundada en 1858). Allí llegó, en 1871, Tomás Brussini, un joven italiano nacido en 1841 en Carignano, provincia de Turín y fundó el local comercial de la Panadería “La Italiana”. Con los años, la misma cambió de nombre y se llamó “Polo Norte” hasta que finalmente terminó denominándose “Panadería Brussini”, nombre que conserva hasta hoy.
HACIENDO HISTORIA
Mariela Brussini es tataranieta de Tomás, pertenece a la quinta generación y es quien actualmente se encuentra al frente de este histórico lugar comercial de 150 años que, pese a mantener sus características edilicias, ha sabido aggiornarse y seguir posicionándose entre el público.
Acerca de los primeros tiempos de la panadería, Mariela explica: “Mi tatarabuelo, Tomás Brussini, llegó con su familia en 1871. Evidentemente ellos vinieron con el oficio porque se instalaron y ya pusieron panadería, primero en un lugar que consiguieron, luego se mudaron enfrente y a los 50 años construyeron a una cuadra el edificio actual, que tiene 100 años”– y agrega- “Tengo entendido que ellos también tenían una ladrillera así que la construyeron con sus propios ladrillos”.
Para tomar conciencia de la envergadura del edificio y de lo importante que fue para la historia familiar, basta con saber que la panadería fue también el hogar de muchos: “Mi bisabuelo tuvo diez hijos y vivieron aquí en distintas habitaciones que hoy son depósitos para harina o sala para pastelería, etc. Luego, los hermanos se fueron casando y se fueron. Cuando mi papá se casó también se vinieron a vivir acá, me acuerdo que de pequeña yo también viví aquí hasta que mi papá hizo su casa”– dice- “Del otro lado vivían unas tías abuelas que eran solteras y que también nos criaron. Disfrutábamos mucho con mi hermana de ir a visitarlas, de noche, y que nos contaran historias de antes y nos mostraran fotos…”.
Mariela señala que algunas de las historias que más le gustaban eran las relacionadas a cómo se hacía el reparto del pan: “Salían 20 volantas a los cuatro puntos cardinales, e incluso hacían paradas en distintos campos en donde hacían los cambios de caballos para hacerlos descansar. Eran los tiempos en los que vivían muchas personas en el campo. Se llevaba la pieza de pan, que se estimaba que era el pan de kilo, aunque lógicamente no se pesaba”.
TIEMPOS MODERNOS
Mariela trabaja junto su esposo Marcelo, codo a codo, en la panadería. Siguen el legado familiar de amasar con amor y unidad, y le dedican muchas y sacrificadas horas a lo que hacen. Ambos vienen de «otro rubro», son analistas de sistemas y trabajaban en otro lugar, pero cuenta Mariela que la llegada de los hijos hicieron que se replantearan la posibilidad de vivir un lugar tranquilo, donde la crianza fuese de otra manera. Esa idea los devolvió a San Jerónimo Norte y al nido familiar. Hoy le dedican su presente a seguir construyendo este sueño que ya tiene un siglo y medio en pie. No saben si las futuras generaciones seguirán apostando a la panadería, pero eso sólo el tiempo lo dirá.
COMO ANTES…
Algunas de las especialidades que ofrece la panadería es la torta alemana, especialidad de la zona, pero además el pan dulce, los budines y los pannetones. Otra delicia tradicional son sus alfajores de maicena, que son amasados a mano como antes lo hacía el padre de Mariela: “Hoy lo hace mi esposo”. Ella señala que el secreto, además, es “seguir trabajando con las recetas” que se han pasado de generación en generación y “no utilizar las premezclas” que, en otros locales del rubro, se suelen utilizar.