La localidad de Cura Malal está ubicada en el partido de Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires. Es una zona de bellos paisajes y atractivas historias, en gran parte ligadas a las vivencias de los inmigrantes que llegaron a estas tierras y las hicieron grandes. El nombre Cura Malal es un vocablo de origen araucano, cuyo significado es “Corral de piedra”.
Es una población que se fue originando en la época de la colonización, con la instalación de grandes estancias como La Curamalan y La Cascada. El paso del ferrocarril que permitió desde 1883 el traslado de la producción agropecuaria y de las personas, hizo posible que el pueblo fuera creciendo, consolidándose en los aspectos propios de su situación rural, y así surgieron comercios, talleres, una escuela y una capilla.
La fecha de fundación de Cura Malal como pueblo es el 17 de septiembre de 1905 cuando se llevó a cabo una subasta de lotes, basada en el plano que fuera medido y trazado por el ingeniero Nicolás Valsoe. 48 manzanas repartidas en una superficie de 90 hectáreas. Las tierras fueron cedidas por Eduardo Casey, ya existían en ese entonces la estación de trenes del Ferrocarril del Sud, -inaugurada veinte años antes- y la Escuela N.º 6, que funciona de manera ininterrumpida desde el año 1889. Cuenta con una pequeña capilla, llamada del Perpetuo Socorro.
UNA HISTORIA DE INMIGRANTES CON AROMA A LAVANDAS
En este paraíso bonaerense donde, según el último censo había unos 95 habitantes, se halla el Boliche/ Pulpería “La Tranca”, a cargo de Mercedes Resch. La historia de esta lugareña es tan rica como la del pueblo ya que estuvo desde niña, se fue de adolescente y volvió, como quien busca irrefrenablemente retornar al primer amor. Artista plástica y docente de este área en varias escuelas rurales, secundarias y técnicas, encuentra en La Tranca todo lo que la hace feliz: “Es un boliche, pulpería, mi hogar, mi casa y taller” –describe- “Lo conocí cuando era chiquita, que venía hacer las compras con libreta. Estaba a la vuelta de mi casa de infancia, y acá en el campo se compraba con libreta que, a fin de mes, el bolichero completaba el número final y todas las personas que trabajaban en el campo, como cobraban a fin de mes, cerraban la cuenta en ese momento”.
Siguiendo en la línea de los tiempos pasados y de su historia familiar, Mercedes cuenta cómo era la vida de sus antepasados en estas tierras: “Años atrás la cosa se venía construyendo poniendo el cuerpo, a tracción de sangre humana. Mi padre es oriundo de la colonia alemana más alejada, la número 3, que es la Santa María, y ellos tenían una vida muy dura y muy arraigada a la tierra”. Mercedes es nieta por línea paterna de alemanes del Volga que primero emigraron a Rusia y luego partieron hacia tierras argentinas, e hija de José y Raimunda, esta última de origen criollo. Según narra nuestra entrevistada, su padre trabajó en varios trabajos rurales hasta que se fue a trabajar a una plantación de lavanda, en las afueras de Cura Malal: “Nosotros somos 10 hijos y casi todos nacimos ahí. Cuando esa plantación se va, mi papá construyó una casita de adobe en el pueblo, y nos quedamos”.
El tiempo fue pasando y cada uno fue buscando su destino. Mercedes revela que luego de irse a estudiar a la Capital, la decisión de volver tuvo que ver con la bella infancia que vivió en Cura Malal, en este lugar tan especial: “Todos mis proyectos tenían que ver con el pueblo, mi infancia fue un sueño muy lindo y tenía que ver con el pueblo, los árboles… No sé qué tiene este lugar, no sé si es el horizonte…”.
VOLVER, CON UN PROYECTO DE PAZ Y RAÍCES
“El proyecto más grande que tenemos se llama “Corral de piedra”, que nuclea el espacio físico de la pulpería La Tranca, el taller Las Chapas, un hospedaje llamado “El Gallinero”, una serie de ediciones de historia y de archivos del pueblo, actividades como juegos para chicos, una agrupación de danzas folklóricas llamado “La Tranca”, y un patio para bailar. Todos los talleres son gratuitos”- narra- “Estamos trabajando en trasladar el hospedaje a un lugar más alejado ya que, la pulpería trabaja los viernes a la noche y ese día se ponía un poco áspero para el hospedaje. Una vez que lo mudemos, ahí va a funcionar la biblioteca y el archivo, pero con una impronta de pulpería, con mesitas de bar”.

El lugar donde funciona La Tranca era un boliche de copas y de venta de algunos artículos, conocido como el almacén de Leonard, apellido de la familia propietaria. Mercedes describe que La Tranca es un lugar centenario asentado en barro, de una impronta humilde, pero no por eso hay que confundir. La magia y el empuje de su gente convierten a este espacio en la referencia inequívoca y social de lo que les ocurre. Acá se reflejan y encuentran cobijo los curamalenses, los demás habitantes de la zona, los que tienen alguna historia o pasado en este suelo y, por qué no, aquellos que se acercan para conocerlos.

Apostar a la recuperación de un edificio que había cerrado sus puertas y poner el alma en ello fueron las banderas de Mercedes y de muchos otros que creyeron que era posible: “Desde el 2009, que inauguramos el espacio, lo hicimos más con una mirada de arte, de exposiciones y de arte correo, sobre todo con planos del pueblo o imágenes del horizonte. Era una sala, pero con mostrador, y la única puerta que da a la calle se cierra con una tranca. Aparte, históricamente contaban que venían a este boliche y que “tal se había agarrado una tranca”, entonces hay este doble juego con el nombre», concluye.
