El Restaurante Histórico Lacarra está en San Antonio de Areco, al costado del camino real, en el kilómetro 110 y medio de la antigua Ruta Nacional Nº 8. Actualmente se llega a Areco por la autopista Nº 8.
Llegar allí es aceptar la invitación a otro tiempo aunque este, por momentos, se torne impreciso. Es que Joaquín Gargano, quien lidera junto a su familia el restaurante, cuenta que “La construcción original dataría del año 1860, la parte más antigua dataría de esa época. Es llamativo, cuando entrás ver el espesor de las paredes, todo asentado en barro y con paredes muy anchos, con biseles para poder abrir bien las ventanas”. No obstante, agrega que “Hay otra rama que piensa que ya en 1741 había una construcción a partir de lo cual se erigió lo restante”.

Para ampliar la historia de este emblemático lugar, Joaquín señala que “Lacarra era una familia que fue dueña durante mucho tiempo de este lugar. Hubo acá una feria de hacienda de ellos y ese nombre quedó en el pueblo. Cuando dicen o piensan en “Lacarra” todos saben a qué lugar se refiere, por eso decidimos conservar el nombre. Si bien hoy el restaurante está a dos kilómetros del pueblo, en ese entonces estaba en una esquina, sin nada alrededor, mirando al campo. Al lado de Lacarra está la Posta de Morales, un sitio de caballos adonde llegaban los viajeros cansados a darle agua a los animales, y encontraban bebidas y comidas para las personas y caballos de intercambio. Es también un lugar histórico”.
Pero, ¿Cómo llega la familia de Gargano a fundar el restaurante?
Jorge Gargano es de origen entrerriano y su esposa, Miriam Ayala, porteña. Juntos vivieron un tiempo en Pilar y más tarde, se mudaron a San Antonio de Areco. Joaquín Gargano, su hijo, cuenta que su familia adquirió la casa quinta histórica hace unos diez años, “primero como uso recreacional, para que la familia pueda pasar el fin de semana en el pueblo”.
Sin embargo, con el tiempo, decidieron iniciar esta aventura gastronómica. Fue una aventura porque implicaba el desafío de explorar un rubro nuevo, cuidando los detalles y pensando en cautivar a los comensales con una propuesta gastronómica diferente. Fue una aventura porque, sin saberlo, se habían embarcado en esto en un año que sería sumamente difícil, paradójicamente inolvidable y para el olvido: “En el 2020 surgió la posibilidad de convertirla en lo que hoy tenemos, que es un restaurante histórico. Inauguramos el restaurante el 10 de marzo de 2020 y una semana después teníamos al presidente anunciando un aislamiento total. Nos mirábamos a la cara y no lo podíamos creer, teníamos toda la mercadería comprada. Fue difícil, pero se sobrevivió».
En cuanto a cómo transformaron el lugar, pero sin alterar su esencia original, Joaquín cuenta: “Cuando lo compran mis padres, ya estaba en un estado de conservación muy bueno, no en un estado de originalidad perfecto sino aceptable. Ellos son coleccionistas de antigüedades de toda la vida entonces pudieron darle esa impronta, cambiar los pisos y colocarlos en damero (blanco y negro), curarlos de nuevo, cambiar algunas incrustaciones de azulejos setentosas que no eran tan propios del lugar, y darle una impronta con muebles que respetaran su estilo y lo elevaran”.

El edificio de la casona antigua, de estilo colonial, es una obra de arte en pie. Se la observa como una construcción de dos plantas, aunque en la familia Gargano piensan que originalmente no era así. En cada planta se presentan aleros, los cuales proponen una galería ideal para no detener el disfrute en caso de lluvia. Un amplio patio enmarca la construcción, donde se alzan árboles tal vez tan añejos como la casa. La construcción es considerada un patrimonio municipal invaluable y, por tanto, deben preservarse algunas cosas tales como su fachada o su color.

Joaquín describe, con pasión, a Lacarra: “Lo más atractivo es el lugar porque ofrece una combinación muy equilibrada entre comer al aire libre, en un lindo lugar, histórico para el pueblo y muy antiguo. Acá tienen el plus de comer debajo de árboles históricos, a la par de un aljibe y en un patio histórico«.

«Lo que mejor plasma el estilo que fue adquiriendo con el tiempo es su arboleda añosa, con dos ombúes históricos y cuatro palmeras que son inmensas, y una capilla muy antigua entre los árboles, que data del 1900, hecha en barro, con techo a dos aguas y una campana muy antigua», describe.

“Para llegar al restaurante no te queda otra que pasar por la casona, mirarla de reojo como en un juego de seducción. Ves la parte principal, con un balcón con cuatro columnas y jarrones antiguos de hierro arriba de cada una, y en el fondo está el restaurante”, añade.

En cuanto a la propuesta gastronómica del Restaurante Lacarra, su propietario cuenta: “Tratamos de afirmarnos fuertemente sobre la comida criolla y, sobre todo, casera. El costillar se hace el asador y el resto de cortes son cocinados a leña. Se hacen también pescados en horno de barro, servidos en vasijas de barro que gustan mucho en la presentación, y también variedad en pastas caseras”.
Quienes deseen visitar este hermoso lugar pueden hacerlo de miércoles a domingos. Por consultas, pueden llamar al 02325 15-68-1773.